
El Real Madrid perdió un duelo repleto de tensión en la ida de semifinales de UEFA Champions League, ampliando su maldición en el infierno del Allianz Arena, terreno donde no ha ganado en 10 visitas y donde pagó el conformismo de José Mourinho tras el tanto de Mesut Özil, que acabó sufriendo con el gol de Mario Gómez en el último minuto (2-1).
La Champions de verdad, la clásica. La de duelos a vida o muerte entre los mejores jugadores del mundo comenzó para el Real Madrid en Múnich. En el estadio de la final. Donde se tambaleó por minutos, se levantó amparado en la seguridad de Pepe y la calidad de Benzema, y acabó pagando su conformismo cuando saboreaba un empate que encarrilaba un nuevo paso hacia la Décima.
La pasión de las gradas se trasladó al terreno de juego donde faltó orden y sobró emoción. Sin control, con un fútbol de ida y vuelta. Como un duelo de boxeadores por mantenerse en pie, el Bayern golpeó primero y castigó la personalidad madridista. El Real Madrid respondió. Y cuando pensaba en la vuelta puso su rodilla sobre la lona.
La fuerza del Bayern explota en sus bandas. Franck Ribery y Arjen Robben son dinamita pura. Mourinho apostó por Coentrao por el temor a la fragilidad defensiva de Marcelo. Y un sistema de ayudas que obligó a multiplicarse a Pepe y Sergio Ramos. A estar más pendiente de destruir que de construir a Khedira y Xabi Alonso. El juego lo acusó. El Real Madrid no tuvo continuidad en su fútbol. Dependió de una carrera de Di María, de la pelea contra el mundo de Cristiano o un gesto de calidad de Özil o Benzema.
El francés se topó con Neuer en sus dos ocasiones. Ambas con tiros centrados tras sus buenos movimientos. Una acción polémica entre Sergio Ramos y Ribery, que cayó dentro del área al sentir la mano en el pecho del defensa español, desató la ira del Bayern. En un saque de esquina, de nuevo el error más cometido por el equipo de Mou a balón parado, llegó el primer gol. Ramos midió mal y perdió la visión de la trayectoria del balón. El rechazo en Badstuber lo aprovechó Ribery para fusilar a Casillas, con Luiz Gustavo en fuera de juego en la trayectoria del balón. Explotó el Allianz.
Cada ataque del Real Madrid era respondido con contundencia por el Bayern. Schweinsteiger disparaba cruzado, Robben generaba nerviosismo desequilibrando y centrando, y aparecía Iker Casillas a cinco minutos del final para intervenir ante un potente remate de Mario Gómez tras una brillante acción de Kroos. Veían al Real Madrid en un momento que podían dejarlo tocado y hasta Robben y Ribery se enzarzaban por lanzar un tiro libre.
Cuando los planes de Heynckes en la reanudación pasaban por replegarse y sentenciar con sus puñales por banda en la contra, Mourinho le recetó su propia medicina. Una acción de Robben que acabó con disparo alto hizo al Bayern adelantar metros y en la siguiente acción el Real Madrid lanzó una de esas contraataques letales.
La movilidad de Benzema fue clave. Lee el fútbol a la perfección. Le dibujó la jugada a Di María y el pase a Cristiano que perdonó lo que siempre marca. Ante Neuer golpeó mal con el pie derecho. El rechazo volvió a caer en Karim y esta vez Cristiano asistió a Özil que marcó con el arco vacío para igualar un gran partido a los 53 minutos.
Así llegaron los minutos finales donde emergió la figura de Mario Gómez. Un remate a cuatro del final, pidiendo penal en una acción que sacó con limpieza Ramos y cuando el partido se acababa, rematando a la red un centro de Lahm tras un fallo de Coentrao, que fue rápido al césped.
El duro castigo es la primera derrota del Real Madrid esta temporada en Europa. En el peor momento. En la ida de semifinales como ocurrió la pasada temporada. Esta vez marcó y a domicilio. Cumplió uno de los objetivos de Mourinho. En la vuelta tendrá que cambiar su mentalidad e ir por el partido. La final de Múnich espera.
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